Una historia viva, contada en acordes
Hay una historia que no se puede tocar, pero se puede oír, porque quedó grabada en la memoria colectiva. Eso es la música tradicional. Algunos la encierran en libros. Otros la esconden tras vitrinas con cartelitos que dicen “No tocar”. Y luego están quienes la llevan en la sangre, en cada nota, en cada acorde que vibra. Los hermanos Pozo Velasco son de estos últimos.
Tradición que se hereda, no se aprende
Nacieron en una familia donde la música no era un hobby, sino un idioma cotidiano. No estudiaron en conservatorios, sino en casa, entre más de 2.000 instrumentos que su familia ha recopilado durante generaciones. ¿Jugar? Sí, pero con un rabel en las manos. ¿Subirse a un escenario? Desde los 5 y 9 años. Para ellos, la tradición no es pasado: es presente, es su forma de respirar.
Un viaje de 22 años: del folklore al futuro
Después de más de dos décadas sobre los escenarios, han comprendido que la música tradicional no es pasado, es futuro. Arqueofolk no es un homenaje ni una exposición. Es una sacudida emocional. Es rescatar las canciones que cantaban nuestras abuelas mientras cosían o trillaban el campo, y devolverlas con una energía brutal, sentida, viva.
Cada nota, un acto de resistencia
Porque la música no muere si hay quien la cante. Y en estos tiempos de “transición justa” y pueblos que luchan por no desaparecer, cada pandero, cada cuerda, es una declaración de resistencia. Es cultura. Es identidad. Es comunidad.
Si creías que la música tradicional era cosa de abuelos...
...es que aún no has escuchado Arqueofolk. Déjate llevar. Siente. Y prepárate para descubrir la tradición más viva que nunca.